Atendiendo en consulta, le comencé a poner atención a la belleza de otra forma. Siempre he sido especialmente sensible a la estética, me relacione mucho con ella cuando estudiaba danza. En ese entonces, mi búsqueda espiritual estaba muy ligada a la experiencia mística, que yo vivía como un profundo amor a lo trascendente, y que encontraba en el ejercicio de danzas sagradas en India y Turquía, particularmente.
Más tarde, cuando me puse a hacer psicoterapia, me emocionaba cuanta belleza encontraba en los procesos. Las personas llegan con mucho dolor cuando consultan, y aun así, cuando se conectan consigo mismos y muchas veces con sus heridas, aparece una dimensión estética impresionante.
Entonces, comenzaron a hacer sentido muchos conceptos que había conocido hace años – a través de la danza- sobre la teoría de arte hindú: Para ellos, la belleza habla de lo auténtico. Rasa (la emoción de la belleza) aparece en aquello que es auténtico, aquellas formas que son coherentes a su esencia.
Con el tiempo, fui llegando a la conclusión de que la belleza es importante porque cuando sentimos belleza (en un encuentro amoroso, hacia una persona, en una idea, en un paisaje, etc.), estamos percibiendo algo esencial del mundo que toca un lugar esencial de nosotros mismos. Es importante que aprendamos a reconocer la belleza porque ella nos permite reconocer lo que esencialmente somos, y lo que esencialmente necesitamos: conexión y ser.
«A mi me interesa liberar la belleza de aquellas formas estrechas a las que la lógica de consumo nos ha querido condicionar».
Finalmente, buscamos la belleza e invertimos en ella: en vernos bellos, en tener cosas bonitas. Esto porque, en última instancia, la belleza nos conecta con lo esencial, una necesidad básica del ser humano para sentirse satisfecho.
Compramos cosas, conformamos familias, buscamos éxito laboral, reconocimiento y todas esas cosas que nos dicen que nos harán felices. Pero, vivimos en una insatisfacción que no da respiro, mientras seguimos acumulando viajes y otros.
Entonces, desarrollar la intuición estética -la capacidad de reconocer la belleza profunda- se vuelve una herramienta (del corazón) fundamental para conducir nuestra vida de forma satisfactoria. Para que aparezca con claridad que nos da mucha más satisfacción llegar temprano a casa a compartir con nuestros hijos, en vez de quedarnos en el trabajo terminando el pendiente para quedar bien con el jefe. Pues, el amor hacia nuestros hijos u otros seres queridos es algo esencial y, por lo tanto, cuando lo expresamos en forma y tiempo, ello resulta una actividad bella. Lo bello aparece en el mundo cuando esencia y forma son coherentes. Una acción bella es una acción auténtica. Cuando somos en coherencia a nuestro ser, entonces aparece toda nuestra belleza.
